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miércoles, 7 de junio de 2017

Amor por el arte...

Tenemos el agrado de compartir con ustedes parte de la trayectoria artística, y algunos de los potentes escritos, de una persona excepcional. Su amor por el arte lo vemos reflejado en lo que realiza, él es:

Marlon Francisco

Gestor cultural, escritor, conductor radial y cantante lírico guatemalteco. Ha publicado los poemarios Piel Inédita (1999), Espejo Espejo (2000); Casa de Pasos Ocultos (2004) y Recinos Olvidados (2009), además su trabajo se encuentra en Antologías (Voces de Posguerra, 2000, Taller de Poesía, 2001, Incubus, 2003), y Revistas tanto impresas como digitales (Los que Escriben, TE PROMETO ANARQUIA, Mandrágora, Poesía Express, Cava, periódico Siglo 21 entre otros). Programas de radio como Arcón Poético, Letras en el Aire, Antología Literaria, Zona Literaria han compartido su trabajo literario. Actualmente conduce para Radio Universidad el programa Ingeniería con sentimiento de la FIUSAC sobre arte y cultura. Tenor lírico-ligero de más de 10 años de trayectoria, incluye 19 producciones de ópera, zarzuela, oratorio, y musicales de Broadway como corista y en papeles solistas, también incluye en su repertorio piezas de música barroca, jazz, bolero y canzone napuletana.  Sus dos labores artísticas, el canto y la poesía coinciden recientemente en la canción Tus Manos obra del connotado maestro guatemalteco Vinicio Salazar que para dicha obra musicalizó un poema de su autoría.



Amor, no fumes en la cama

Mi papá siempre fue fumador. Desde adolescente hasta que falleció. Mis recuerdos de él  involucran sus Marlboros y el olor penetrante del tabaco en su ropa. En el tráfico al salir del colegio, maldecía a los demás conductores y se echaba su respectivo cigarrillo. Bajo un torrente invernal,  dentro del Nissan blanco; mis viejos enmudecieron cuando cantó Moncho  esa música que sonaba a  noches en penumbra, a camas cómplices. “Amor, no fumes en la cama, me decía…” como si un amigo de juventud los hubiera visitado a través de  la radio. Por cinco minutos no fueron papás, sino un par de novios a los que nos les importaba el aguacero, la cena ni las prisas. 

No era la primera vez que me quedaba a dormir en su casa luego de los conciertos y actividades. Nuestra pequeña Vida de Bohemia involucraba pizza fría,  cerveza barata y la noche juntos. La habitación  se llenó del olor inconfundible del tabaco y una brasita naranja iluminó brevemente su rostro pálido. Su torso desnudo y sus piernas se dibujaban bajo la luz de los halógenos callejeros, como  una fotografía extremadamente granulada. Mis ojos reconstruyeron el resto de su cuerpo de  memoria.  “¡Dejá de fumar, el tabaco te hace daño, cerote! Además me chinga la voz, ¿Querés que por tu culpa no pueda cantar? ” Mi grito chillón lo sacó del trance. Desde la orilla de la cama me mandó a dormir con fingido enojo. Lo acerqué a mí pese al humo y  me sonreí.  Tarareé la canción de Moncho en su oído.   “Y, con sus manos, de los labios me quitaba el cigarrillo mientras me dormía…”. La madrugada difuminó nuestras siluetas;  solo dejó un persistente aroma en mi piel.

Aprovisionados para la noche luego de los aplausos y diplomas, ¡Que la ópera de paso a la juerga y la embriaguez!! Nos acompañaban otros cantantes. La charla era comatosa: qué chava estaba buena o qué catedrático les caía mal y yo me ABURRÍA horriblemente. “¡Qué lindo cantaste!”; me ofrecía halagos y golosinas para entretenerme en las partes menos sublimes de la reunión  mientras le prodigaba cerveza  a su hermano; ocupado en discutir por enésima vez alguna tontería sobre sus héroes de comics. “Muchá, esta canción me la dedicaron” y  la voz de Moncho acarició desde los parlantes hasta los muros.  “Aún escucho el  eco de su voz que me decía, Amor; no fumes en la cama…”  Los demás estaban demasiado absortos con el fuego sagrado de la pipa, esperando su turno por el anhelado cannabis indica.  Lo miré severamente  y llevé mi índice contra los labios, mientras él reía con las mejillas sonrojadas. Reía como un niño travieso que se ha salido con la suya.


Reloj II
(De la colección Anticitera)

A los diez días
como gazapo
abrí los ojos

una correntada de ilusión
azuzó mis extremidades

pude caminar
torpe
y sin rumbo

Todo lo que mordí
me supo nuevo

pero el mundo me aventajaba por mucho

el nuevo era yo


Reloj IV

La vida
es lo que le pasa a la flor
cuando decae

Pierde los colores
el aroma desvanece
y en su agonía
se vuelve el alimento de las próximas generaciones

su indetenible transformación
es vida

Para ella
para todos



Zodíaco
(De la colección Anticitera)

Los jóvenes dormidos
los viejos insomnes

El mundo no ha sido más que un puñado de trigo
el ovillo de lana y la sal

Todo lo demás

son las quimeras
las aspiraciones de ser inmortales

fantasmas que nos han hablado
los renos gigantes pintados en las cuevas

los santos ritos de los templos

Todo lo demás
lo que no somos nosotros

es lo que soñamos nosotros.



Para obtener más información, acerca de este polifacético artista nacional, pueden visitar su blog:
http://ingenieriaconsentimiento.blogspot.com/

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